
Estados Unidos está cambiando, pero sigue siendo el gran Estados Unidos
Estados Unidos es una paradoja. Es un país que puede poner un hombre en la Luna, pero no puede arreglar sus propios baches. Es líder mundial en innovación tecnológica, pero hace que votar sea más complicado que instalar un enrutador wifi. Cuenta con universidades de clase mundial, pero en algunas ciudades no siempre se puede beber agua del grifo.
Entonces, ¿cuál es el ingrediente secreto que mantiene a Estados Unidos influyente en el escenario global? No es la ayuda humanitaria ni un gobierno modelo. El verdadero poder blando de Estados Unidos reside en su capacidad inigualable para moldear mentes, mercados e imaginaciones.
Cada año, más de un millón de estudiantes internacionales acuden en masa a las universidades estadounidenses, atraídos por el prestigio de nombres como Harvard, MIT y Stanford. Un título estadounidense no es solo un pedazo de papel; es un pasaporte dorado que abre puertas a oportunidades profesionales en todo el mundo. Pero la influencia no se detiene en las fronteras de Estados Unidos.
Campus como NYU Abu Dhabi, Georgetown Qatar y la Universidad Americana de Beirut llevan la educación al estilo estadounidense a ciudades a miles de kilómetros de distancia, sembrando futuros líderes que piensan en inglés y sueñan en dólares. Solo en el año académico 2015-2016, más de 61.000 estudiantes saudíes y más de 100.000 indios se inscribieron en instituciones estadounidenses. Estos estudiantes no solo están aprendiendo cálculo o informática, están aprendiendo la forma de pensar estadounidense. Eso es poder.
Mire su teléfono. Es probable que esté impulsado por el ingenio estadounidense. Desde el iPhone en su bolsillo hasta los avances en inteligencia artificial de OpenAI y Google, Estados Unidos sigue siendo el rey indiscutible de la innovación. El ecosistema de WordPress por sí solo impulsa casi la mitad de los sitios web del mundo. Microsoft está redefiniendo la productividad, Meta está dando forma a las interacciones sociales digitales y Tesla está electrificando el futuro. Y no olvidemos a SpaceX, que no solo está soñando con Marte, sino que está construyendo activamente los cohetes para llevarnos allí.
Estados Unidos no sólo lidera la carrera tecnológica, sino que también establece las reglas del juego. Los países de todo el mundo no sólo compran productos estadounidenses, sino que adoptan las ideas estadounidenses sobre cómo debería ser el futuro.
La cultura estadounidense es una lengua franca global. Las películas de Hollywood, los originales de Netflix e íconos musicales globales como Beyoncé y Taylor Swift se aseguran de que, sin importar a dónde vayas, alguien esté citando un programa de televisión estadounidense o tarareando una melodía de las listas de Billboard. No es sólo entretenimiento, es diplomacia cultural.
Y luego está la comida rápida. Nada expresa tanto dominio cultural como encontrar un McDonald’s al lado del Checkpoint Charlie en Berlín o un KFC en el corazón de Tokio. No se trata sólo de hamburguesas y papas fritas, se trata de exportar un estilo de vida, un Big Mac a la vez.
El dinero habla y el dólar estadounidense grita. Utilizado en casi el 90 por ciento de las transacciones cambiarias globales, el dólar es la moneda de reserva mundial, la columna vertebral del comercio internacional. Wall Street sigue siendo la capital financiera del mundo y marca el ritmo de los mercados globales. Buena suerte, BRICS.