
Los límites de la tolerancia estadounidense: lo que revela el caso de Mahmoud Khalil sobre la asimilación
Durante generaciones, Estados Unidos se ha mantenido separado del resto del mundo como nación de inmigrantes, pero también una nación de valores.
A diferencia de Europa, donde las minorías étnicas y religiosas a menudo permanecen social y políticamente separadas de la sociedad más amplia, el modelo de asimilación estadounidense se ha basado durante mucho tiempo en una expectativa simple pero poderosa: Estados Unidos da la bienvenida a los recién llegados, pero deben respetar y adoptar principios fundamentales que definen a Estados Unidos, como el gobierno de la ley, la liberación individual y la gobernanza democrática.
Cuando un inmigrante rechaza esos principios y apoya a los grupos que se oponen a las libertades estadounidenses, desafía la base misma de los valores y el marco legal de la nación. Este no es un debate teórico: ahora se está desarrollando en el caso de Mahmoud Khalil, el activista de la Universidad de Columbia a quien el gobierno busca deportar debido a su presunto apoyo a Hamas, una organización terrorista designada.
El caso de Khalil no se trata solo de la ley de inmigración, sino que es una prueba de la resolución de Estados Unidos para hacer cumplir las obligaciones que vienen con la residencia permanente. Las leyes y políticas son claras: los inmigrantes deben adherirse a ellas, y el gobierno, después del debido proceso y una determinación legal, deben hacerlos cumplir. Esta es la base de lo que define a Estados Unidos.
Desde el momento en que llega un migrante a los Estados Unidos, hay un acuerdo implícito: el país ofrece seguridad, oportunidad y libertades inigualables en gran parte del mundo. A cambio, aquellos que buscan quedarse deben respetar las leyes y los valores básicos de una democracia pluralista.
Estados Unidos no exige que los inmigrantes abandonen su herencia, religión o identidad cultural, lejos de ella. El país prospera debido a su diversidad de antecedentes y perspectivas. Pero la diversidad sin una fundación cívica compartida conduce a la fragmentación. El modelo estadounidense siempre ha dependido de la asimilación cívica: la idea de que no importa de dónde venga, acepta las responsabilidades de ser parte de esta sociedad.
Los críticos argumentan que revocar la tarjeta verde de Khalil viola la libertad de expresión. Pero la libertad de expresión no significa libertad de las consecuencias, ni cubre el apoyo material para el terrorismo. Menos de 8 USC 1182, un no ciudadano es inadmisible y extraíble si “respaldan o defienden la actividad terrorista” o pertenecen a las organizaciones que sí lo hacen.
La afiliación de Khalil con la desinversión del apartheid de la Universidad de Columbia, un grupo que celebró abiertamente la masacre liderada por Hamas el 7 de octubre de 2023, no es simplemente una protesta política. La desinversión del apartheid de la Universidad de Columbia ha ido más allá de la promoción y ha respaldado explícitamente la “resistencia armada”, una violación directa de la ley de inmigración estadounidense. El propio Khalil admitió que evitó las apariencias de los medios para proteger su estado de visa, una señal de que entendió los riesgos legales de sus acciones.
Este no es un debate sobre la disidencia política: se trata de si Estados Unidos debe tolerar a las personas que apoyan activamente a las organizaciones dedicadas al terrorismo y la destrucción de las sociedades democráticas.
Jonathan Turley, profesor de derecho de la Universidad George Washington, señaló: “La pregunta es cuál es ese estándar. Se les permite protestar, se les permite usar la libertad de expresión. Lo que no se les permite hacer es apoyar a las organizaciones terroristas, difundir información terrorista, amenazar a los estudiantes judíos y ciertamente no ocupar edificios y destruir la propiedad “.
Si Estados Unidos no hace cumplir las expectativas de asimilación, corre el riesgo de repetir los errores de Europa. En Europa, los enclaves radicalizados se han formado debido a la débil aplicación de los valores nacionales. Tanto Francia como el Reino Unido han aprendido de la manera difícil de que no enfrentar la ideología extremista entre los inmigrantes conduce a riesgos de seguridad a largo plazo.
En 2020, Francia expulsó a 231 extremistas extranjeros después de la decapitación del maestro Samuel Paty por un inmigrante radicalizado. En 2022, Francia deportó al imán marroquí Hassan Iquiousen por predicar la retórica antisemita, anti-mujer y extremista. El ministro interior de Francia lo ha dejado en claro: la residencia no es un derecho, es condicional para respetar las leyes y valores nacionales.
En 2013, el Reino Unido deportó a Abu Qatada, un clérigo radical con presuntos vínculos con Al-Qaeda, después de una batalla legal de años. Anjem Choudary, quien inspiró ataques yihadistas en el Reino Unido, fue condenado por apoyar a ISIS, lo que demuestra que incluso la ciudadanía no protege a quienes violan las leyes de seguridad nacional.
La base legal para la deportación de Khalil ya existe si es encontrado culpable. No hay necesidad de nuevas políticas o pedidos ejecutivos de barrido. La ley estadounidense ya requiere que los inmigrantes rechacen el terrorismo y mantengan los valores democráticos. Si Khalil ha apoyado activamente a Hamas, entonces su deportación no solo está justificada sino necesaria. La falta de actuación socavaría la integridad de la ley de inmigración de los Estados Unidos y la seguridad nacional.
El caso Khalil es un momento decisivo para la política de inmigración de los Estados Unidos. Estados Unidos debe mantener su tradición de dar la bienvenida a los inmigrantes que adoptan sus valores mientras salvaguardan sus libertades fundamentales de quienes buscan socavarlos. Preservar la asimilación cívica es esencial para prevenir la formación de enclaves radicales, un desafío que Europa ha luchado por manejar.
No hay nada extremo en hacer cumplir las leyes existentes. Estados Unidos se basa en el estado de derecho, no la aplicación selectiva. La asimilación no se trata de borrar la identidad de uno, se trata de respetar los valores compartidos que hacen que el país funcione. Si Estados Unidos no puede defender este estándar, corre el riesgo de convertirse en una nación donde la ley es opcional y sus principios fundamentales son negociables.
El respeto por la ley no es un problema partidista: es la piedra angular de la democracia estadounidense. El gobierno debe garantizar el debido proceso e imponer consecuencias cuando ocurran violaciones. Eso no es intolerancia; eso es justicia. Si Estados Unidos abandona estos principios, no será una nación más inclusiva, solo una más débil.
Ron Maccammon, Ed.D, es un coronel de las Fuerzas Especiales del Ejército de los EE. UU. Y ex funcionario político de la Embajada de los Estados Unidos en Kabul, donde supervisó el programa de desminación humanitaria más grande del Departamento de Estado. Ha escrito extensamente sobre seguridad, gobernanza y asuntos internacionales.