Los guardianes de la verdad: cómo los medios están fallando en Ucrania

El reciente informe de la BBC sobre el negociador de alto el fuego de EE. UU., Steve Witkoff, presenta una ventana preocupante sobre la erosión de los estándares epistémicos y éticos tanto en la diplomacia como en los medios de comunicación.
En una entrevista con Tucker Carlson, Witkoff elogió abiertamente al hombre fuerte ruso Vladimir Putin, negó la legitimidad de Ucrania y repitió una serie de puntos de conversación del Kremlin, muchos de los cuales son fácticamente inexactos, cargados ideológicamente o moralmente indefensibles. Lo hizo mientras mostraba una sorprendente ignorancia de la geografía básica de la guerra, incapaz de nombrar a las cinco regiones ucranianas ocupadas centrales a las negociaciones que, según los informes, lidera.
El informe de la BBC, para su crédito, reconoce que muchas de las afirmaciones de Witkoff son falsas o disputadas. Ofrece correcciones y contexto con respecto a los llamados referéndums en Ucrania ocupada, el estado de las regiones de habla rusa y las afirmaciones rusas sobre los orígenes de la guerra. Este esfuerzo en el periodismo contextual es necesario, pero sigue siendo insuficiente dada la escala y la gravedad de la contaminación ideológica en juego.
El problema central no es solo el contenido de las declaraciones de Witkoff. Es el hecho de que alguien que tiene tales puntos de vista, las opiniones que hacen eco y legitiman los objetivos de la guerra rusa, recibe tanto una cartera diplomática como una plataforma acrítica. Cuando Witkoff declara que Ucrania es un “país falso” y caracteriza el apoyo europeo a la soberanía ucraniana como “simplista”, no ofrece una opinión controvertida. Está avanzando la justificación ideológica para una guerra de agresión que ya ha resultado en decenas de miles de muertes y el intento de borrado de una nación.
Aquí es donde entra en juego la ética de la guardia.
El periodismo y la diplomacia no son campos pasivos. Están estructurados por normas, por límites y por responsabilidades. Los periodistas no son taquígrafos. Son guardianes de la plaza pública, encargadas de distinguir la verdad de la falsedad y enmarcar afirmaciones en proporción a su peso probatorio y moral. Del mismo modo, la diplomacia, especialmente cuando involucra la guerra y la paz, exige un compromiso basal con la soberanía y la legitimidad de todas las partes involucradas. Un negociador que no acepta la existencia de Ucrania no es simplemente parcial; Él no está calificado.
Las declaraciones de Witkoff deberían haber provocado una descalificación inmediata de cualquier papel grave en las negociaciones de alto el fuego. Sus comentarios no son simplemente sospechosos ideológicamente: violan los principios fundamentales del derecho internacional. Su ignorancia de las regiones ocupadas no es una gafe, es una medida de su falta de lucro. Su admiración por Putin no es la diplomacia, es apaciguamiento.
El peligro más profundo radica en la normalización. Cuando una figura como Witkoff se trata como un interlocutor legítimo, los términos del discurso comienzan a cambiar. La idea misma de la soberanía de Ucrania se vuelve discutible. La ocupación de su territorio se convierte en un hecho consumado. Los crímenes de guerra se reformulan como disputas regionales.
Así es como funciona la desinformación. No siempre a través de mentiras directas, sino a través de la lenta erosión de los límites, entre hechos y ficción, entre agresores y víctimas, entre periodismo y propaganda.
El informe de noticias de la BBC ilustra cuán frágiles pueden ser esos límites. Al citar los comentarios de Witkoff extensamente y solo contextualizándolos selectivamente, corre el riesgo de tratar ideas profundamente peligrosas como un lado de un debate legítimo. Inadvertidamente convierte una narrativa genocida en una perspectiva citable.
Ucrania no es un país falso. Es una nación soberana que se resiste a la invasión, defendiendo a su gente y afirmando su derecho a existir. Ese es el punto de partida de cualquier conversación real. Cualquier narrativa que niegue que esto no sea una contribución a la paz; Es una continuación de la guerra por otros medios.
Oleh S. Ilnytzkyj es profesor emérito en la Universidad de Alberta. Fue editor de “Canadian Slavonic Papers” y “East/West: Journal of Ucranian Studies”. Su último libro es “Nikolai Gogol: escritor ucraniano en el Imperio: un estudio en identidad”.