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La “Radio Popular” de Goebbels es hoy “los Amanuenses del poder”

En una acción planificada casi perfectamente, el Gobierno de Javier Milei es una coincidencia, paso a paso, a personajes de radio, televisión y redes sociales, muchos de ellos con un pasado exitoso (aunque sus éxitos son de proceso dudoso) en el periodismo. Los nombres planteados en la radio y la televisión están ocupando espacios variados para servir a la política de comunicación planificada para exaltar la figura, mejorar los logros económicos y apoyar los desvarios y las trincheras de los cuales se ha llamado “batalla cultural” cuyo objetivo declarado es poner fin a las demandas y los logros sociales, económicos y culturales logrados durante muchos años de luchas. Algunos emprendedores, antiguos y nuevos, controlan los medios de comunicación y los subordinados.

Los planes del gobierno son novedosos más que en formas. Quiero traer a esta columna un problema que lidera a principios de la década de 1930, cuando Joseph Goebbels, un graduado en filología germánica, se convirtió en Feroz Antisemita y Ministro de Propaganda de Adolf Hitler. La historia es interesante, aunque parece distante en el tiempo, el espacio y las circunstancias: sintetizando, Goebbels descubrió que los recursos de comunicación tradicionales no eran suficientes para llegar con el mensaje nazi a la mayoría de la población. La radio, entonces, se presentó como un vehículo adecuado para una llegada masiva. No había tantos hogares con dispositivos de radio y, por lo tanto, no tantos que pudieran acceder a los discursos virulentos de Adolf Hitler y el propio Goebbels.

Así nacieron el Volksempfänger (receptor de la ciudad), dispositivos de radio desarrollados por Otto Gissssing para la compañía Seibt a pedido de Goebbels. El primer dispositivo presentado fue el modelo VE301 el 18 de agosto de 1933 en el internacional Funkaussallung Berlín, una de las ferias de muestreo industrial más antiguas de Alemania. El precio de VE301 fue 76 Marcos, y un modelo más barato, el DKE38, llamado por el público “Goebbels-Schnauze” (el “Humo of Goebbels”), que costó 35 Marcos se produjo más tarde, junto con una serie de otros modelos.

Estos no les gustan los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.

La radio, entonces, fue para el régimen nazi lo que es hoy el enjambre de comunicadores oficiales para el gobierno argentino.

Cuando los nazis llegaron al poder en 1933, la constitución alemana garantizaba la libertad de expresión y la libertad de prensa. Sin embargo, a través de decretos y leyes, los nazis abolieron estos derechos civiles y destruyeron la democracia alemana. A partir de 1934, se hizo ilegal criticar al gobierno nazi. Incluso contar una broma sobre Hitler se consideró una traición. En la Alemania nazi, la gente no podía decir o escribir lo que querían. Las primeras medidas del régimen para luchar contra su “batalla cultural” fueron el cierre o el control de los periódicos opuestos al régimen; el control de hierro de las noticias que aparecieron en los periódicos, radios y noticias de cine (no había televisión); La prohibición y quema de libros calificó como “antiales”. Más tarde llegarían otros actos de censura abierta y el extremo de encarcelar a aquellos que piensan de manera diferente, ya sean personajes públicos o no. Las persecuciones a judíos, gitanos, homosexuales y otras minorías se convirtieron en actos actuales en Alemania de 30, y se extendieron con la misma virulencia a los territorios de Europa invadidos. Los campos de concentración florecieron y se lanzó un plan de exterminio sistemático.

Este defensor de los lectores quiere, con este recurso de memoria, establecer un paralelo entre esa decisión de llegar con el mensaje de Hitler a la mayoría del pueblo alemán, y las Goebbels locales que aplican métodos similares, pero Aggiornados, incluido lo que se indica al comienzo de esta nota: la asamblea de un escuadrón de amanuenses con buenas mediciones de audiencia. Serían, para Milei y sus subordinados, los “periodistas de la aldea”.

Hacer un buen periodismo, independiente y valiente, es hoy un acto de defensa de la democracia.

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