La historia del agricultor y la roca: no confundas tu misión

Érase una vez un granjero que vivía en silencio con su familia. Frente a su casa había una roca enorme, una piedra que pesaba más de 15 toneladas. Un día, mientras trabajaba en el campo, escuchó una voz. No sabía de dónde vino; Parecía una voz en off. ¿Dios? Preguntó sorprendido.
– Sí, escúchame (la voz respondió). ¿Ves la roca frente a tu casa? Quiero que lo empujes todos los días, durante media hora. Emmitelo con todas sus fuerzas. Desde ese día, todas las mañanas, escuchaba la misma voz que decía, sal y empuja la roca.
El granjero salió y empujó la roca. Hizo todo lo posible, aunque no pudo moverlo un centímetro. Día tras día, la misma rutina: la voz del cielo lo llamó, y obedeció fielmente. Hasta que un día, un ángel le apareció.
– Escucha, hombre sincero
– ¿Quién eres? preguntó el agricultor-
– Soy el jefe de los ángeles caídos. Pero me diste dolor y vine a decirte la verdad. ¿Sabes qué pasa todos los días? Dios te pide que empujes la roca, ¿alguna vez lograste moverla?
– No…
– ¿Y no parece ridículo? Te diré la verdad: en el cielo estamos aburridos. Allí arriba no pasa nada. Nos quejamos con Dios y él nos dijo: “En silencio, los voy a entretener”. Entonces, todos los días, nos encontramos para verte: un agricultor simple que intenta mover una roca de 15 montes. ¡No sabes cómo nos divertimos! Pero tengo un corazón, y no quería que continues reír del cielo. Por eso vine a decirte.
– ¡Ya les van a pagar! ¡Me usaron! ¡Se arrepentirán! (Grita al agricultor, herido y confundido)
Al día siguiente, volvió a escuchar la voz del cielo. Esta vez, su reacción fue diferente.
– ¿Qué quieres ahora? ¿Por qué me hiciste empujar esa roca? ¡Nunca podría moverlo!
– Nunca te pedí que lo movieras (la voz respondió). Te pedí que la empujara. Y tú lo hiciste. Eres el mejor empujador de roca que he tenido.
– ¿Como?
– Todos los días te diste todo. Empujaste con esfuerzo y constancia. Aunque la piedra no se movió, lo hiciste: te hiciste más fuerte, perseverante, resistente. No le pedí un resultado, le pedí comprometerse con el proceso. Y te conociste. Pero el agricultor todavía estaba confundido.
– ¿Y por qué todos se ríen de mí? ¿Por qué siento que fue en vano?
El día en que el esfuerzo invisible salvó una vida
Decepcionado, el agricultor fue a la ciudad. Entró en un bar y, de repente, escuchó a una mujer gritar: “¡Por favor, alguien para ayudarme! ¡Mi esposo está atrapado debajo del auto!” El granjero corrió hacia ella. Nadie creía que este buen hombre podía hacer algo.
Fueron al vehículo y, en ese momento, se activaron todos los músculos que se habían fortalecido al empujar la roca durante meses. Con gran esfuerzo, logró levantar el auto. La gente lo miró con asombro. Era un héroe. “¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo puedo agradecerte?” La mujer preguntó. “No me lo agradezcas. Gracias por la roca de 15 años que está frente a mi casa. Nunca logré moverlo, pero gracias a ella, hoy podría salvar una vida”, respondió el granjero.
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A veces, la vida se siente así: llena de evidencia que parece inútil, desafíos que no podemos mover. Pero esas pruebas están construyendo dentro de nosotros la fuerza que necesitaremos más tarde. Estamos desarrollando los “músculos” necesarios para cumplir nuestro propósito o estar listos cuando alguien más nos necesita.
Hay un concepto emocional y psicológico derivado de la física: la palabra resiliencia. Este término originalmente describe la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial una vez que la perturbación a la que ha sido sometida cesa. Por lo general, lo asociamos con personas que “fortalecen” después de una prueba. Pero en realidad, la resiliencia no habla de fortalecimiento, sino de regresar al estado anterior.
Actitudes y tipos de personas
Luego podemos diferenciar tres tipos de personas o actitudes: frágil, que se rompe antes de la presión o el trauma, y no se recupera; Resiliente (robusto), aquellos que logran regresar a su estado anterior una vez que termina la difícil situación; y, Antifragil, un concepto que acuñó Nassim Nicholas Taleb. Estos individuos son aquellos que, antes de la prueba, no solo se resisten, sino que crecen. No son nuevamente los que antes: se vuelven mejores. Como un músculo físico necesita estrés para desarrollar, también necesitamos un cierto grado de dificultad en el crecimiento. Si siempre aumenta el mismo peso en el gimnasio, su músculo no crecerá.
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El músculo para crecer necesita resistencia, debe “estresar el músculo”, necesita esfuerzo. Entonces, nuestras dificultades nos permiten desarrollar capacidades que nunca tendríamos.
Propongo un ejercicio simple, aunque un poco difícil si no nos vemos en persona. Incorrecto tu mano derecha hacia el lado izquierdo. ¿Cuánta fuerza hiciste? Ahora repití el movimiento, pero esta vez agrega resistencia: use su mano izquierda para ejercer contrafuerte contra la derecha, mientras intenta moverlo hacia la izquierda. Si lo hiciste bien, seguramente notaste que en este segundo intento ejerciste mucha más fuerza.
Las piedras frente a nuestra puerta nos construyen, nos desarrollan y nos acercan a nuestro mayor potencial. Si nunca liberamos a nuestros hijos al caminar, nunca aprenderían a hacerlo solos. Estas caídas los fortalecen para poder caminar solos algún día.
La vida es muy similar: a veces sentimos que liberaron nuestra mano, que no podemos, que caemos. Pero precisamente en ese entorno es donde aprendemos a caminar con nuestra propia fuerza. En la vida aprendes a fallar o no aprendes. Al igual que la oruga que ayudó a salir del capullo: cuando se convirtió en mariposa, nunca podría volar. Sus alas no se fortalecieron, porque no pasó por el proceso necesario de esfuerzo y resistencia.
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Por otro lado, esta historia también nos lleva a otra reflexión: hay momentos en que la moneda ya está en el aire, y el resultado no depende de nosotros. Nuestra tarea es presionar. Mover la roca, muchas veces, no está en nuestras manos. Pero empújalo, sí.
Como dice el judaísmo: “No estás obligado a terminar la tarea, pero no eres libre de abandonarla”. Haz tu máximo esfuerzo. Si la tarea se completa, excelente; Si no, ese resultado a menudo no está en nuestras manos. Pero eso no significa que somos libres de dejar de luchar. Queremos un mundo en paz. Es cierto que no depende solo de uno, pero cada persona debe hacer lo más posible para que eso suceda. Esa es la misión particular de cada uno. Y está la verdadera fuerza: donde nos enfocamos.
En resumen, esta historia deja dos hermosos mensajes: por un lado, las pruebas, las piedras en el camino, nos fortalecen y nos desarrollan como personas; Por otro lado, nuestro papel no es mover la roca, es presionarla.
“La vida siempre te pone a prueba, no para mostrar tus debilidades, sino para descubrir tus fortalezas”. Que tengas un hermoso fin de semana.
Rafael Jashes – Rabino