Ironía del destino: taxista e infancia rota

Taxi Driver, which cost less than 2 million and raised US $ 28.6 million was a good business for Martin Scorsese, without a doubt, but not as round as the enormous fame that consecrated him as the most promising of the Italo-Norteamerican film directors, when he won the first of his three gold palms of the Cannes festival with this memorable film, the fifth larginess of his career Together with his fetish actor, Robert De Niro and the big puerta de una chica de 14 años que seguía sorprendente, Jodie Foster.
Hoy, han pasado 48 años desde su estreno en Argentina, el 24 de marzo de 1977, cuando Jorge Rafael Videla fue presidente de facto. Curiosa fecha de lanzamiento para una ficción tan disruptiva, cuando la junta militar argentina “celebró” el primer aniversario del golpe de estado perpetrado un año anterior.
La perspectiva del tiempo se vuelve más fácil encontrar varias similitudes entre estos dos hitos que convergieron en esa misma fecha. Coincidencia que muestra varios cruzados que abren su camino hacia la reflexión.
Estos no les gustan los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.
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Robert de Niro protagoniza a Travis Brickle, un antihéroe impulsado por la obsesión por erradicar la prostitución infantil en Nueva York. Un intento de purgar, al menos en parte, la escoria que inunda la ciudad en los años setenta.
Jodie Foster interpreta el papel de Iris, una niña de solo 12 años (casi su edad durante la filmación) que deja el mundo de los niños, se aleja de sus padres y entra en la marginalidad social y el tráfico de las mujeres, por la manipulación y explotación del proxeneta llamado deporte, protagonizada por el duro Harvey Keitel.
La vida solitaria y sin sentido de Travis, un ex marine de la Guerra de Vietnam, cruza la desgracia de Iris, y esto despierta un nuevo propósito en su vida como taxista sin un futuro: rescatar a Iris y salvarla a toda costa de la degradación.
El final de la película, evitando algunos spoilers de aquellos que aún no la han visto, se resuelve a través de “justicia” por su propia mano, reflejando cinematográficamente, entre muchas otras cosas, la falta de protección y la violación de los derechos de los niños. Además, además, las críticas a la indiferencia estatal y la escasez contra dicha impotencia social no podrían pasarse por alto.
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Now, the plot of the film finds a common point with what happened here, in Argentina, 49 years ago, but that would last for another seven years until December 10, 1983. Within the systematic plan that wanted to carry out the civic-military dictatorship, self-styled process of national reorganization, a practice as illegal as an atypical as the appropriation of minors is high Gonzalo Pedano: Avoid both biological perpetuation and political survival of subversive groups de esos años de plomo.
En el documental de Botín de Guerra, dirigido por David Blaustein, el Military Adolfo Scilingo declaró: “Los niños fueron tomados con familias bien nacidas, es decir, con familias militares o relacionados con los militares”. Sin embargo, esta afirmación esconde una ironía cínica atroz, ya que estas familias fueron secuestrados y apropiados para recibir una educación de acuerdo con la moraleja de ese sector social.
¿Qué pueden tener en común dos contextos diferentes? Por un lado, la ciudad criminal de Nueva York a fines de la década de 1970 reflejada por la óptica de Scorsese; Por otro lado, el terrorismo estatal llevado a cabo por la dictadura cívica-militar entre 1976 y 1983.
En ambos, hay un tránsito obsoleto de la infancia.
Taxi del conductor y infancia rota
El 24 de marzo de 1977, se lanzó una película que habla de una infancia violada y un intento de justicia por sí solo, en una sociedad que se ve en el otro lado.
El 24 de marzo de 1977, el primer aniversario de un régimen siniestro que planeó la separación y el robo de niños a sus padres se cumplió en Argentina.
Tampoco sería un error resaltar el papel principal de las tareas de detectives que llevaron a cabo a las abuelas de Plaza de Mayo en su intento de encontrar y restaurar su identidad a aquellos niños apropiados que no sabían cuál era su verdadero origen.
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En Taxi Driver, más allá de ese Iris tiene un apego con la vida malvada, se sabe que este burdel no es “su” lugar. Tampoco son las “familias decentes” que reciben a los nacidos en cautiverio, apropiados en el contexto dictatorial argentino.
“Estoy convencido de que sus hijos fueron terroristas, y el terrorista es sinónimo de asesino. Para los asesinos no planeo devolver a los niños porque sería injusto hacerlo. No tienen derecho a criarlos”, dijo el Dr. Delia Pons en 1978, en el tribunal de niños No. 1 de Lomas de Zamora, ante un grupo de abuelos que reclamaron la restitución de sus familiares en el Capitán de los Niños de los Niños.
“No voy a pronunciar para el regreso de los niños.
El tribunal de menores consolidó institucionalmente el intercambio de la infancia entre terroristas o familias terroristas, es decir, una concepción totalmente incorrecta y tergiversada de lo que un niño tenía y tiene derecho a recibir.
La indiferencia social argentina es la misma apatía de Nueva York que muestra a Scorsese en Taxi Driver.
En resumen, ambos casos, el de Iris en la película y los niños secuestrados durante la dictadura militar de la década de 1970, nos invitan a reflexionar sobre la responsabilidad colectiva en la protección de los derechos de los niños, que en muchas veces han sido despojados de su infancia, ya sea por explotación social o violencia institucional.
Taxi Driver y esta increíble coincidencia de la tropa de Jorge Rafael Videla celebrando el primer aniversario de su golpe de estado a las instituciones argentinas invitan a la memoria y la reflexión. Uno de los episodios más oscuros en la historia argentina que nunca debería repetirse. La historia oficial de la indignación de la democracia y la otra, entonces menos visible, pero igualmente lacerante y dolorosa, la de la infancia rota. En Argentina o en Nueva York, un llamado urgente a la justicia y la memoria.
Para Robert de Niro, quien durante el rodaje de taxista esperaba el Oscar como Mejor Actor de elenco para Godfather II, esta película significó un camino en su carrera prolífica y aún envidiable: el premio al mejor actor del círculo de críticos de cine de Nueva York, en 1976. Con Iris, Jodie Foster tomó el premio Bafta a la mejor actriz de distribución, un año después. El éxito del cine se produjo antes de la justicia social. A veces, la ficción impulsa la realidad.