Noticias Locales

El inconsciente libertario | Perfil

Desde Sigmund Freud y Carl Jung en adelante, es imposible negar la existencia del inconsciente. Ambos lo demostraron con diferentes enfoques. No es que antes de estos sabios maestros de la psicología el inconsciente no existiera. Desde el nacimiento de nuestra especie, es un componente esencial de la psique humana, solo que hasta que el siglo XX no era consciente (la paradoja) de la misma. Aunque a fines del siglo XIX neurólogos como Jean Martin Charcot y Hippolyte Bernheim lo mencionaron, fue Freud quien lo definió y se convirtió en una columna vertebral de actividad mental. Señaló como una fuente de la actividad del sueño, contenedor de recuerdos reprimidos, causando el lapso del habla, el trampolín de comportamientos impulsivos y el semillero de patologías mentales. A su vez, para Jung era la cisterna de la que extrajimos nuestros sueños, el almacén de la sombra (sótano en el que escondemos todo lo que no aceptamos de nosotros mismos, lo que fue negado y proyectado en los demás), y un espacio inevitable en el camino hacia el conocimiento del yo, es decir, la esencia no transferible del ser ese es. Jung amplió el concepto al introducir la noción de inconsciente colectivo, una especie de plataforma submarina que contiene toda la experiencia de la humanidad y que, aunque no la registramos, todos estamos unidos. Y describió el inconsciente familiar, grupal, comunitario, organizacional y también nacional. Cada nación tiene su inconsciente colectivo.

Como iceberg, nuestra psique exhibe una parte a la vista, el ego, la imagen que presentamos a los demás, lo que creemos o pretendemos ser, y esconde siete octavas debajo de la superficie, que constituyen el inconsciente. Aunque invisible, se manifiesta, habla, simboliza lo que la mente consciente elude, ignora o reprime. Si esto se entiende y la vista es refinada y el oído es posible detectar en los comportamientos y palabras de las personas todo detrás de sus máscaras, sus imágenes externas, sus personalidades oficiales. Cuando Demián Reidel, jefe de los asesores de Javier Milei, se le pagó con las grandes ventajas competitivas que Argentina ofrece y lamentó públicamente que estaba poblado por argentinos, el único “gran problema” en el país, según él, fue su inconsciente lo que tomó el piso. Y, como si fuera el portavoz de un ejército invasor, dijo que está trabajando en la solución y que “esta vez es grave”. La idea de que un colectivo (nacional, religioso, racial, sexual, edad, etc.) es problemática y es un asunto “no está arreglado” produce un cierto frío y trae recuerdos de la conferencia Wansee, en la que el 20 de enero de 1942 catorce jerarquios nazis se reunieron para “resolver” el “problema judío”. La “solución final” perversa.

El inconsciente dice verdades que la conciencia reprime. El caso Reidel es el más inocable, pero no es el único en términos de desprecio que el liberismo gobernante siente todo lo que difiere de su dogma. El dolor de Bahía Blanca, las solicitudes justas de los jubilados, las consecuencias humanas, sociales, laboristas y económicas de un ajuste salvaje son ajenos al presidente, sus funcionarios y sus fanáticos. Son “problemas” para superar. La intolerante “batalla cultural” emprendida contra la ciencia, el arte, el pensamiento, la diversidad sexual y la cultura exhiben, a través de discursos, declaraciones y actitudes, el colectivo libertario inconsciente. Cuanto más choca con todo lo que difiere de su realidad paralela, y en ciertos casos, delirante, más desnuda y más material reprimido trae a la superficie donde viven millones de argentinos “problemáticos”.

Estos no les gustan los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.

*Escritor y periodista.

Back to top button