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Política exterior argentina contra el declive hegemónico de los Estados Unidos

El gobierno de Javier Milei repite un error estratégico similar al de Argentina en la década de 1930, cuando el país vinculó sus destinos a una Gran Bretaña en declive. De hecho, aquellos que actualmente lideran los destinos externos del país adoptan acritamente todo lo que surge de Donald Trump, aunque esto implica los cambios de posición más improbables. Esta subordinación a Washington no tiene Paragon en nuestra historia y también expresa una lectura insustancial del escenario estratégico global, en el que Estados Unidos cruza un proceso de declinación hegemónico gradual pero sostenido.

De Roca-Runciman a Milei. En mayo de 1933, se consumió el “Tratado Roca-Runciman”, firmado por el vicepresidente, Julio A. Roca (hijo), y el gerente de negocios británico, Walter Runciman, a través del cual Londres prometió continuar comprando carnes argentinas, siempre que su precio fuera más bajo que el de los otros proveedores mundiales. Como contraparte, Argentina acordó liberar impuestos que pesaron sobre los productos británicos y prometieron no permitir la instalación de refrigeradores nacionales. Paralelamente, se definió la creación del banco central vituperado de la República Argentina (BCRA), en cuyo directorio se llevaría a cabo una importante presencia de funcionarios ingleses.

La misión Roca, resultó en las presiones de la Sociedad Rural (Sra.) Sobre el Gobierno de Agustín P. Justo, constituyó el último intento de colaboración periférica argentina para mantener la ficción del “imperialismo británico del libre comercio”. Una frase estentora pronunciada por Roca iría a la historia como un paradigma de la vocación de sujeción al poder británico en declive: “Argentina es, debido a su interdependencia recíproca desde el punto de vista económico, una parte integral del imperio británico”.

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Detrás de esta frase anuda un tema de las posibles enseñanzas para la política exterior argentina actual: la decisión de vincular el destino nacional a un poder de disminución, sin notar adecuadamente el tamaño de los cambios en el progreso en el sistema de energía mundial.

Los estados de Gran Bretaña Triangle-United-Argentina. Mario Raport y Carlos Escudé abordaron cuidadosamente la relación triangular entre Gran Bretaña, Estados Unidos y Argentina entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Sin ingresar las complejidades de los lazos triangulares y las variables que los constituyen, es conveniente detenerse en cierta información significativa para este artículo.

A principios del siglo XX, una parte importante de las inversiones británicas estaba destinada a Argentina. Sin embargo, después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Estados Unidos, que ya era un en auge de poder industrial, el principal poder financiero global, proyectado en las próximas tres décadas como el cliente y proveedor más importante de Argentina; y reemplazar a Europa como fuente de capital.

El surgimiento de los Estados Unidos y el declive británico durante la primera mitad del siglo XX se expresan, por ejemplo, en la evolución del comercio exterior y la participación en la producción mundial de fabricación. Mientras que en 1870 las exportaciones mundiales de los Estados Unidos representaron el 7.9% del total, los británicos ascendieron al 18.9%. Siete décadas después, la participación estadounidense había crecido sustancialmente (13.5% en 1938) en comparación con una disminución significativa en las exportaciones británicas (10.8%). Por otro lado, la participación del Reino Unido en la producción mundial de fabricación fue del 31,8% en 1870 en comparación con el 23% de los Estados Unidos. Seis décadas después, la cuota británica cayó a un tercio (9.4 % para el período 1926-1929), mientras que el estadounidense casi se duplicó (42.2 % para el mismo período).

Además, la situación del flujo de capital ayuda a tomar la dimensión del tamaño del cambio. En 1913, las inversiones británicas representaron el 59% del total de inversiones extranjeras en Argentina, mientras que los norteamericanos constituyeron solo el 1%. Cuatro décadas después, los estadounidenses se habían multiplicado exponencialmente (30% del total en 1955), mientras que los británicos se habían reducido a un tercio (21%).

Con estos antecedentes, la mayoría de los países del continente, entre ellos, Brasil, comenzaron el proceso de desapego imperial con el Reino Unido, dejando atrás la relación privilegiada con Londres y forjando un nuevo tipo de vínculo con los Estados Unidos. Sin embargo, nuestro país tomó un curso divergente. Según Rapoport: “En la década de 1930, Argentina reforzó sus relaciones con Europa, y especialmente con Gran Bretaña, con un costo importante: a Malquisto con el país del norte en numerosas ocasiones en el ámbito internacional”.

Este es el contexto en el que hubo algunos hechos simbólicos que condujeron al pacto Roca-Runciman. Por lo tanto, en 1926, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos estableció un embargo que incluía carnes argentinas. Al año siguiente, el editorial del 1 de enero de los anales del MR trajo el título “Comprar que nos compra”, y su objetivo era apuntalar la relación preferencial con la Gran Bretaña. La estación final de este itinerario fue el mencionado Pacto Roca-Runciman.

El Triángulo de los Estados Unidos-China-Argentina. Tal como hemos sugerido la lectura de las obras de Rapoport y Escudé, recomendamos el ensayo colectivo de Mónica Hirst, Roberto Russell, Ana María Sanjuan y Juan Tokatlian (“América Latina y el Sur global en tiempos sin hegemonías”) para ingresar a las complejidades del triángulo actuales United States-China-Latin America, y, por lo tanto, extraer útiles conclusiones útiles.

El texto de Hirst et al nos permite llevar a cabo el ejercicio de reflejar el contexto global actual en términos de distribución de poder, al tiempo que enfatiza esas peculiaridades del triángulo actual que lo hacen diferente de lo compartido por Londres, Washington y Buenos Aires hasta ingresar a la década de 1940.

Comencemos con el último punto: como argumentan los autores, nos enfrentamos a “una circunstancia sin precedentes y una doble dependencia de dos competidores estratégicos globales con paridades de poder relativas, una situación que nunca ocurrió en el circuito triangular de los estados de América Latina y el occidental”. En otras palabras, la situación de los Estados Unidos, el margen de su disminución hegemónica global progresiva, continuará siendo la de gran poder con una incidencia decisiva en la región, que no corresponde a la puesta de sol que experimentó la preponderancia británica en la primera mitad del siglo XX.

En cuanto al contexto global, la conducción actual de la política exterior argentina debe tener en cuenta que su vínculo triangular con Washington y Beijing es parte de la descripción clásica de Robert W. Cox, en un “orden no hegemónico”. Es decir, una orden cuyas características salientes son la alteración de las reglas del juego, el avance del proteccionismo y la desestabilización de los saldos estratégicos-militares.

Esta orden no hegemónica refleja, a su vez, una bipolaridad incipiente entre Washington y Beijing, con Estados Unidos aún predominantemente en el nivel estratégico-militar, pero con una estructura económica que refleja la transferencia del poder y la riqueza de Occidente a Oriente, con eje en China. Esta dinámica ha estado generando, a su vez, externalidades en la región sudamericana, un área históricamente sujeta a la influencia de los Estados Unidos, pero actualmente exhibe las características de una “periferia penetrada”: el término pertenece a Roberto Russell, por la creciente incidencia geopolítica de China.

Beijing ha consolidado el segundo presupuesto militar más alto del planeta. Al final de la Guerra Fría, representaba el 1% del gasto militar mundial en comparación con el 44% de los Estados Unidos. En 2023 se redujo esa brecha, y Washington alcanzó el 37.5% contra el 13% de China. Paralelamente, la redistribución del poder en el campo económico es una tendencia de fondo.

A principios de la década de 1980, Estados Unidos se multiplicó por 12 exportaciones chinas, mientras que dos décadas después Beijing registra las ventas externas para un valor de casi el doble de los estadounidenses. Por su parte, la evolución de las reservas muestra que, si bien en 1980 China registró un total (oro incluido) del 5% de las reservas estadounidenses, un cuarto de siglo después los estadounidenses constituyen el 15% de los chinos.

La importancia de estas transformaciones en el orden global tiene su correlación a nivel nacional. Hoy China es el segundo socio comercial de Argentina detrás de Brasil. En 2023, la república popular representaba el 8% de las exportaciones argentinas y el 20% de las importaciones. Con respecto a las inversiones, los acuerdos llegaron con Beijing, antes de la suposición de Milei, el financiamiento abarcado por 14 mil millones de dólares bajo el mecanismo de diálogo estratégico para la cooperación y la coordinación económica (DECCE) y un paquete adicional de 9.7 mil millones de dólares en el marco de adhesión argentina a la iniciativa de la franja y la ruta.

Dado un escenario de estas características (no hegemónicas y bipolares incipientamente en el nivel global, y de la doble dependencia de los competidores con paridad relativa de poder a nivel regional), la peor estrategia para nuestro país es la alineación dogmática.

Desde la postal de un presidente camuflado accediendo a las presiones del Pentágono para detener las inversiones chinas, con motivo de la visita de Tierra del Fuego de los cinco géneros de la estrella del Comando del Sur, Laura Richardson, hasta que “si lo he visto no recuerda”. Votando una resolución que exigía a Rusia retirando sus fuerzas militares del territorio ucraniano: la política exterior argentina exhibe niveles de improvisación muy preocupantes.

Pronto, no es un pragmatismo extremo o malas lecturas de la redistribución del poder global, como se podría atribuir a aquellos que en la década de 1930 abrazan la unipolaridad estratégica global de los Estados Unidos.

*Doctor en Ciencias Sociales (UBA).

Maestro en Estudios Internacionales (UTDT)

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